El hormigón es uno de los productos más consumidos en el planeta, sólo superado por el agua. Anualmente se producen 4.400 millones de toneladas y se prevé que aumenten a 5.500 millones para 2050. Su durabilidad, resistencia y rentabilidad lo han convertido en una opción para los constructores durante siglos. Las estructuras hechas de hormigón pueden durar generaciones. ¿Pero a qué precio? Si ha leído nuestro blog “La verdad sobre el concreto y el medio ambiente”, sabe que hay muchas razones para cambiar a alternativas más ecológicas. Desde las excesivas emisiones de carbono producidas a lo largo del proceso de fabricación hasta la intensidad del agua, los obstáculos creados por la producción de concreto comienzan a pesar más que los beneficios del producto final. Entonces, ¿qué más pueden usar los constructores? ¡Continúa leyendo para averiguarlo!
Micelio
Un micelio es una red de hilos y hebras fúngicas, también conocidas como hifas. En la naturaleza, su función es similar a la de las raíces de un árbol, ya que excavan en el suelo que rodea a los hongos, descomponiendo la materia orgánica para extraer nutrientes que luego van tanto a los hongos como a las plantas circundantes.
El micelio es interesante porque es un recurso renovable abundante que puede crear materiales de construcción sostenibles, orgánicos y resistentes, como bloques o paneles. Para lograr esto, los constructores combinan el micelio con desechos orgánicos limpios, como tallos de maíz o aserrín, y los alientan a crecer en una forma específica. Luego, el producto final se seca, lo que da como resultado materiales que son biodegradables, livianos, resistentes al fuego y brindan un excelente aislamiento.
A diferencia del hormigón, los materiales de micelio no requieren altas temperaturas ni procesos de fabricación que consuman mucha energía. Pueden crecer en condiciones ambientales con solo un poco de humedad y los nutrientes adecuados, lo que permite una huella de carbono y un consumo de energía significativamente menores durante la producción. Además, el micelio es biodegradable y compostable, cuando llega al final de su vida útil, simplemente se puede devolver a la tierra, donde se puede descomponer de forma natural.
Tapial
El tapial es una técnica de construcción que utiliza materiales naturales como tierra, arcilla, arena y grava. Esta mezcla de ingredientes se empaqueta firmemente en encofrados o moldes gigantes capa por capa, compartiéndola lo más posible con un martillo mecánico. Una vez compactado todo, se deja secar y endurecer de forma natural.
Esta técnica es mejor para el medio ambiente por varias razones. Utiliza materiales abundantes y de origen local, lo que reduce las emisiones del transporte. Además, supongamos que un constructor quiere cambiar las cosas, en ese caso, pueden simplemente deconstruir las paredes del tapial y usar los materiales nuevamente. Este método también es muy duradero y puede soportar muy bien los elementos, lo que reduce la necesidad de seguir reconstruyendo y utilizando más recursos. Para mejorar las cosas, este material único tiene excelentes propiedades térmicas. Actúa como un aislante natural, manteniéndote fresco en verano y calentito en invierno.
Cáñamo
Hempcrete es un material de construcción biocompuesto hecho de hurd, el núcleo leñoso interno de la planta de cáñamo y un aglutinante a base de cal. El cáñamo se mezcla con agua y cal para crear una mezcla pastosa que se puede empaquetar o verter en formas de pared, similar al hormigón. Con el tiempo cura y se endurece, dando como resultado una estructura sólida y duradera. El cáñamo es un recurso rápidamente renovable que crece sin pesticidas ni herbicidas sintéticos. Estas plantas ofrecen una clara ventaja medioambiental porque, a diferencia del hormigón, que emite CO2 durante su producción, absorbe una cantidad significativa de dióxido de carbono de la atmósfera durante su crecimiento, actuando como sumidero de carbono y contribuyendo a la captura de carbono.
Como material de construcción, el cáñamo ofrece excelentes propiedades de aislamiento. Su estructura porosa permite la transpirabilidad, regula la humedad y reduce la dependencia de los sistemas de calefacción y refrigeración que consumen mucha energía. Además, es liviano, lo que minimiza la necesidad de maquinaria y equipos pesados. Por si fuera poco, el cáñamo no es tóxico, no libera químicos nocivos ni compuestos orgánicos volátiles (COV) en el aire, lo que lo convierte en el material perfecto para rellenar estructuras existentes y brindar una alternativa más ecológica para proyectos de renovación.
Finite
Cuando se trata de ingredientes, el concreto tradicional es particularmente dañino porque se basa en tipos específicos de arena, lo que lleva a la sobreexplotación de los lechos de los ríos y las zonas costeras. El hormigón tradicional también requiere un extenso proceso de calentamiento, que consume mucha energía y libera importantes emisiones de gases de efecto invernadero. Por el contrario, el Finite utiliza arena del desierto para fabricar bloques de construcción, que es abundante y, a menudo, se infrautiliza. A diferencia del cemento, su proceso de fabricación implica un aporte energético mínimo, lo que reduce significativamente las emisiones de gases de efecto invernadero.
Como material de construcción, los bloques de Finite son beneficiosos porque contienen características aislantes naturales, lo que ayuda a regular la temperatura y reduce la necesidad de consumo de energía en los edificios de calefacción o refrigeración. Para mejorar aún más las cosas, estos bloques se pueden desmontar fácilmente y reutilizar al final del ciclo de vida de un edificio, promoviendo un enfoque de economía circular al reducir los desechos y permitir la reutilización de materiales. Finalmente, la utilización de Finite de las ayudas de arena del desierto en los esfuerzos de restauración de la tierra. Al reutilizar arena de regiones áridas, Finite contribuye a rehabilitar áreas desérticas, ofreciendo el potencial para la restauración ecológica y revitalizando paisajes degradados.
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